lunes, 16 de julio de 2007

UN TAITA ME CONTÓ

Isireri: un mito vivo en el pueblo de Moxos

Un taita me contó que su abuelo legítimo suyo le contó a su vez lo que de abuelos a nietos hemos oído todos de generación en generación, todingos[1] los moxeños[2] que en estas pampas y yomomales[3] hemos nacido. Dice que antes, mucho antes de que existiera este pueblo, nuestras abuelas y abuelos andaban por estas tierras donde el horizonte no tiene topadera buscando la Loma Santa donde, decían, existía esa tierra sin males que
tantos pueblos de estas selvas buscaban.

En esa trajinadera y buscadera andaban por todos estos curichales[4] que no se cansaban de caminar y caminar buscando ese lugar tan sagrado que habían oído decir que existía en algún lugar posible de este territorio. Y pasaron tantos años y siglos caminando o navegando en sus canoas de lugar en lugar, que hartas penas pasaron en estos viajes por las fieras y peligros que se encontraban. Porque cada lugar, cada río y cada parte de esta gran selva tiene su jichi, su piojo que la cuida y a quien intenta atravesar lo ataca. Uno tiene que mostrar al jichi que su intención de cruzar al otro lado es buena, que uno no quiere hacerle daño.

Y dice que como no tenían tierras altas para hacer sus chacos sólo vivían de la pesca y de las frutas que la selva les regalaba. Así que al lugar que llegaban ellos mismos construían sus lomas para resguardarse de los yomomos y hacer ahí sus chozas donde protegerse y vivir los años que pudieran.

Y como no encontraban el sitio, después de hartos años decidieron quedarse en un lugar mientras llegaban tiempos mejores para seguir buscando. Y ahí en una pampita se quedaron y construyeron el primer pueblo que se llama Achasi Awásare[5].
No se sabe, dice el taita, los años que vivieron ahí. Pero debe ser que estuvieron hartos años por ese lugar, porque por todo el territorio construyeron grandes terrazas donde empezaron a sembrar sus chacos. Dice el taita que cultivaban chocolate, guineo, plátano y yuca. Y así, sembrando y sembrando, su corazón también se fue haciendo a estas tierras. Ya no querían dejarlas.

El taita no sabe cuánta gente llegó a Achasi Awásare, pero dice que el pueblo se fue haciendo grande y la gente tenía que salir por los curichales a buscar agua claringa para tomar y lavar. Había pocitas donde se junta el agua y ellos de ahí la traían. Un día de esos de septiembre cuando comienzan a brotar los manantiales, por la mañanita salió una meme[6] con su nieto Isidoro para buscar algún nacimiento de agua. Caminaron y caminaron durante todo el día hasta que pillaron entre un yomomo un manantial donde hicieron su paúru[7]. La meme se puso a limpiar el lugar y entre el agua clara comenzaron a aparecer peces, hartos wacheres y bentones[8]. Entonces Isidoro comenzó a pescar y ella cogía los pescados y los ensartaba en un bejuco. Isidoro escuchaba una voz que lo llamaba y que cada vez le atraía más. De pronto, la abuela volteó a mirar al nieto, pero este ya no estaba. Entonces ella le gritó:

- Isidoro! Isidoro! ¿Tavia piavia’i? ¿dónde estás?

- Nutiari’i ani! Estoy aquí, contestó él.

- Isidoro! le llamaba.

- Meme! Le contestaba el chico.

- Yare ani nuchicha! Ven, mi hijo! le decía ella.

- Tiuri meme! Bueno, mamá. Le contestaba él desde el tarope[9].

Ella botó la sarta de pescados entre el chaparral y fue a buscar a su nieto. Siguió buscando y buscando y cada vez que el nieto le contestaba lo oía más y más lejos. Aunque él le contestaba, ella ya no lo volvió a ver. Pero el corazón de la abuela le decía: “Seguro que está por ahí y que él no estaba muerto”.

- Lo escondieron vivo, se lo llevaron, dijo a unos pescadores que encontró no lejos de ahí cuando estaba por regresar a Achasi Awásare para pedir auxilio.

- Que alguien lo busque! Les dijo angustiada.

Se fueron a buscar pero ya nadie lo encontró, gritaban pero nadie contestaba. Los hombres aquellos quemaron los junquillos y mientras ellos iban limpiando el curichi para buscarlo, al tiempo se iba formando, se iba limpiando y se iba haciendo una lagunita que mantenía limpia el agua y se iba haciendo laguna y ya se quedó así como es ahora la laguna que se llama Isireri.

La abuela quedó tan triste y desconsolada que no dejaba de llorar y llorar a la orilla de aquella laguna. Estaba perdida en llanto cuando una Sicurí, una víbora grandanga, se le acercó y la empezó a consolar.

- No llorés, le decía, tu hijo está bien, está vivo. Yo te pido que permitas sea mi compañero. Él estará feliz conmigo. Él les va a dar pescado. Ya no tendrás que buscar en el paúru porque la laguna ya no se secará y se mantendrá siempre con agua. Aquí podrán venir vos y todos tus nietos a bañarse, a tomar agua, a pescar. Ya no buscarás agua allá donde se encontraban las víboras y fieras donde el pawáwaru se tragaba a los hombres. Este lugar ahora se llamará Isireri porque tu hijo quedará en mi corazón. Desde ahí cuidaremos de ustedes. Desde ahí daremos comida y agua para tu pueblo y a nadie le faltará nada. Pero si algún día nos hacen daño y morimos; morirá la laguna con nosotros y este lugar volverá a ser lugar de muerte.

- Está bien, dijo la meme, que quede contigo mi nieto. Pero sólo te pido que cuides de él para que no le suceda nada malo. Te lo doy pero prométeme que viva yo y él para volver a vernos de nuevo.

- Descuida, le reveló la Sicurí a la abuela, tu nieto vivirá siempre conmigo y no morirás ni tú ni él hasta encontrarse de nuevo.

Y así sucedió. Isireri, que así se llamaría desde entonces, se quedó con la Sicurí y ellos son los jichis de la laguna. Los fundadores de Moxos, que abandonaron Achasi Awásare para venir acá, ya no tuvieron que buscar nunca ni agua ni pescado porque ahí nomás en lo pandito de la laguna encontraban samapis, palometas y de toda clase de pescado. Ni siquiera tenían que navegar porque en toda la orilla de la laguna se pescaba. Y así el pueblo de Moxos comenzó a crecer y crecer y vino gente de otros lugares, vinieron trinitarios y también gente blanca. Uno de ellos, dice el taita, al ver que había harto pescado, se dijo:

- Si aquí en lo pandito hay harto pescado, qué habrá en lo profundo.

Consiguió un guía que conocía bien la laguna y trepándose en una canoa se fueron lejos, lejos hasta el centro donde está lo más hondo para buscar lo que había en el corazón de la laguna. Ahí se encontraron con un gran turbión que el agua los sorbió y se los llevó a lo profundo de la laguna. Ahí pudieron ver a la Sicurí y a Isireri.

Unos dicen, dice el taita que me contó, que el hombre aquel desapareció y murió en la laguna. Pero dice también que otros dicen que el hombre volvió y contó todo lo que vio allí. Que hay un tesoro de oro que cuidan los jichis y que hay abundancia de peces de toda clase.

Dice el taita que el hombre aquel pudo hablar con Isireri quien le dijo que no permita que saquen el tesoro de la laguna. Y le dijo:

- No quiero que la gente vuelva aquí, y dile al jefe del pueblo que no quiero que vuelvan a llegar hasta el corazón de esta laguna, así que diles que me he enojado. Porque si vienen hasta aquí puede ser que ustedes se ahoguen, así que mejor que cuando vengan a la laguna sólo entren a lo pandito, pesquen, se bañen y se vuelvan rápido. Así que vete, dice el taita que dijo Isireri al hombre aquel, yo te perdono porque a mí también me absolvieron los jichis de la laguna, yo no estoy muerto, estoy vivo sólo que no puedo salir.
Entonces aquel hombre se salió porque lo podía absorber el jichi de la laguna, y ahí se volvió para atrás, obedeció y se volvió. Era media noche. Así que se volvió con mucho susto y le dijo al guía que no dijera a nadie lo que existe en la laguna.

Al amanecer del día siguiente el guía fue a contar todo a Xuan Muñuni Yuco lo que había sucedido, y es él el taita que me contó la historia. Y dice el taita que ahí en la laguna existe oro y hay mucha pesca y eso debemos cuidarlo, y el Isireri quiere seguir viviendo muchos años más para poder dar de comer a todo el pueblo.
La verdad es que quien le contó al taita le recomendó que no dijera a nadie esa historia porque él y el hombre blanco pretendían volver. Pero el taita les dijo que no pueden volver. Nadie puede entrar a la laguna a destrozar lo que tiene.

Así es como existió la laguna. Esa es la historia de la laguna. Yo creo, la verdad, porque el hombre me lo ha contado. 317 años le calcula. Yo les cuento a otros y me dicen que es mentira. Yo les digo que existe y me llaman mentiroso.

Siempre se pesca en la orilla porque ahí están los pescados. Palometa, Samapi, Anguila, muchos pescados que son diferentes. Cuando salimos tenemos que pedir al dueño de la laguna que nos deje pescar. Ahora no piden permiso. Ahora van con sus mallas y por eso ahora cuesta. Hay días en el almanaque de cómo pescar. Tiene que ser de mañanita, porque por la tarde poco se consigue la pesca. Octubre y noviembre es grande la pesca. Ahora no se puede porque la gente se va con sus mallas. Más antes se iba con su flecha o anzuelo y se traía para la casa, ahora traen para el mercado.

Isireri tenía cinco o seis años cuando se lo llevó la Sicurí, él era de nosotros, gente pobre, ignaciano, como yo y como el taita que me contó.
Recogido de la tradición popular y redactado por
Bartolo Vela Noza y Victoriano Castillo s.j.

Aporte de Moxos, Bolivia al
V Encuentro Continental de Teología India.
Manaus, Brasil, 21-27 abril 2006

WARISHI EDITORIAL
Parroquia San Ignacio de Moxos
2006, Beni, Bolivia.

Notas:

[1] En el lenguaje popular de la zona oriental de Bolivia, el diminutivo se construye con el sufijo ingo, inga y el superlativo con ango, anga. Curiosamente igual que en la lengua nahuatl de Mesoamérica: Mexicaltzingo, Huejotzingo y Quetzaltenango, Huehuetenango.
[2] Población de la etnia de ascendencia arawak en la provincia de Moxos del departamento oriental del Beni en Bolivia.
[3] Lugar abundante en yomomos o pantanos de aguas permanentes.
[4] Curichal, lugar en el que abundan los curichis, pampas anegadas en las épocas de lluvia.
[5] Pueblo Viejo, en idioma moxeño ignaciano.
[6] Meme, anciana, abuela, mujer de edad y experiencia a quien se debe respeto.
[7] Paúru, manantial de agua limpia que se conserva exclusivamente para uso doméstico.
[8] Variedades de peces más comunes de la región.
[9] Planta acuática bulbácea que, cuando está tupida, puede soportar pesos ligeros.